De la Redacción
“Cuando pinto, sólo busco, la alegría de vivir”, responde Leonardo Nierman, al invitarlo a conversar acerca de esos movimientos internos y externos que lo condujeron –desde hace más de cuatro décadas--, a ocupar un consolidado sitio dentro de las mejores colecciones de pinturas y esculturas surrealistas y abstractas, en museos, galerías, centros culturales y universidades del mundo. Así, Nierman, confesó: “Leí un libro de Siqueiros para pintar aquel mural de CU”. Y el artista reflexiona enseguida, acerca de sus “suertudos” principios. ¿Cómo fueron estos?
No me resulta difícil decirlo –asevera el artista con la azul franqueza de sus ojos-, porque en aquellos principios, era tan sólo uno de tantos pintores aficionados. Y lo digo, no sólo porque jamás fui acusado de ser un niño prodigio, sino porque los primeros 20 años de mi vida, me los pasé coqueteando con la música. Yo anhelaba ser un buen violinista.
¿Empezó ahí la aventura de su primer cuadro?
“Quizá; porque nunca aprendí a tocar muy bien el violín, pero sí a entender algo que fue muy útil. Aprendí armonía. Armonía para ver la vida, la muerte, el color, el sol, los sueños, las aspiraciones. De modo que esos 20 años sumergido en el mundo de la música, fueron dándome una idea de que el área en la que yo realmente quería o aspiraba a moverme, era en el arte.
“Poco tiempo después de dejar el violín y percatarme de mi insuficiente talento para tal asignatura; empecé a jugar con los colores. Como aficionado nada más. Esto es, porque empecé a hacer caricaturas de los maestros en mi carpeta de apuntes y realmente era yo eso justamente. Un aficionado a la pintura. Y totalmente autodidacta. Jamás pasó por mi mente asomarme a una escuela de arte. Pero de algún modo mis amigos y conocidos les gustaban las cosas que yo hacía. Inclusive alguno sugirió que medio le gustaría comprarme un cuadrito. Pero lo que realmente marcó mi destino, fue que formando parte de la primera generación de estudiante de la Facultad de Comercio de Ciudad Universitaria, me enamoré de un muro que estaba colocado entre el gran hall de entrada y la puerta hacia el auditorio, con el que se conformaba una especie de biombo de unos 25 o 30 metros cuadrados. Así, empecé a coquetear con la idea de pintar un mural dentro de ese espacio.
MURAL DE CU
Adentrado en la charla, el artista confiesa que no tenía ningún antecedente de amor por las Artes Plásticas; pero que aquel muro le gustaba. Era flotante. Algo así como un bastidor de acero. “Y un día coincidí en los pasillos con el que fuera director de la Facultad, el señor Wilfrido Castillo Miranda. Se trataba de un personaje simpático. Pues no estaba revestido de aureolas monárquicas. Y fue entonces que le dije: Maestro, ¿qué tal que me deje pintar ese muro?. Bueno, me dijo. Yo no tengo autoridad para esos permisos, pero, presénteme un proyecto para turnárselo a un Comité y a ver qué ocurre. Pasaron varios meses y ya hasta se me había olvidado. Pero un día al encontrármelo me alertó: “Oye Leonardo, ya te aceptaron el proyecto. Así que empiezas a pintar mañana”.
ENCUENTRO CON SIQUEIROS
“Caí en pánico”, recuerda el pintor. “Así que conseguí el teléfono de David Alfaro Siqueiros para pedirle una cita. Me la dio. Fui a su casa y me dijo: ¿Qué se le ofrece joven? Que me diga cómo se pinta un mural. Te voy a resolver tu problema, me respondió. Ve a una librería y compra un libro que escribí que se llama exactamente así: “Cómo pintar un Mural”. Igualmente, me dio un “tip” muy bueno. Me recomendó a un extraordinario mexicano a quien nunca se le hizo la menor justicia y que fue el ingeniero químico Julio González Parrodi. Hijo de Carlos González Peña, escritor. Que era un hombre bohemio, muy inteligente y fue el que inventó los colores acrílicos y que hoy en día es una industria multimillonaria. Se venden casi tantos colores acrílicos como pinturas al óleo, acuarelas y eso. Pero en fin. El esfuerzo que hice para pintar ese mural siendo un aficionado, fue lo que realmente marcó mi destino. Esto es lo que yo quiero hacer el resto de mi vida”, me dije una y otra vez.
IMAGINÉ PICTÓRICAMENTE EL SPUTNIK
explicó que jamás fue a una escuela de arte, ya que uno de los elementos importantes de su carrera, fue el “descubrimiento interno”, por lo cual considera que tuvo “poca contaminación”. Por supuesto, empezó a comprar libros de arte. Pero su idea no era la de imitar a Renoir o a Chagall, sino la de comprender su predilección por la pintura surrealista. “Si ves ese Mural, tenía un poco la atmósfera de un mundo misterioso y desértico. Donde unos personajes en posición de bailarines de ballet, estaban rodeados por esferas flotantes. Artefactos que por cierto se hicieron muy populares cuando la Unión Soviética lanzó al espacio su histórico Sputnik. Pero yo lo hice antes y por tal motivo las bromas relacionadas con que si yo estaba contactado con algún centro de inteligencia del mundo socialista, no se hicieron esperar .
“Y bueno, poco a poco me di cuenta, que pintar bien, no era suficiente. Que necesitaba poseer también un mundo interior rico. Algo que valiera la pena expresar. Decir. O sea, que la idea de pintar callecitas empedradas o balcones con geranios, pues no. Yo ya vivía en un mundo de submarinos, que hacían quedar en ridículo a los grandes escritores de ciencia ficción. Entonces, era indispensable tener una interioridad que definiera un poco la historia del momento histórico. La intensidad del mundo que estábamos viviendo. Y, además, era indispensable tener un mundo propio y un lenguaje propio”.
¿Y le resultó difícil?
“Desde luego que sí.. Porque una cosa que no se haya hecho en el siglo XX, IXX, XVIII, XVII, XVI, XV, XIV, etcétera, representa un reto. Y en ese momento yo sólo intuía. No sabía. Pero los momentos de buena suerte y de magia empezaron a llegar unos tras otros. Momentos tan similares como el ocurrido con aquel mural en CU, realizado en un momento de simple aficionado y hermanado a espacios de Rivera, Siqueiros, Orozco u O’Gorman. Y así, continué. Ya que toda mi vida estuve rodeado del elemento suerte. Un ingrediente que no puedo descartar porque sería injusto. Dalí, en uno de sus momentos luminosos dijo que el secreto del éxito, consistía en darle a la mosca justa, la gota de miel justa, en el momento justo”.
La vida que usted pinta, existe o es imaginada?
“Bueno. Creo que lo que trato, es de capturar lo que los franceses llaman la alegría de la vida. Estoy convencido, totalmente, que el haber nacido es un milagro matemático que justifica una absoluta celebración. Entonces, ya que tuvimos el gran regalo de la vida, hay que celebrarla. Pero hacerlo todos los días. Por ejemplo. Cada vez que muerdes un durazno, y absorbes el dulce jugo de éste y disfrutas la masticación de esa fruta única; sientes que estás masticando vida. También cuando observas un relámpago. Un amanecer. El canto de un pájaro entre tantas otras maravillas, se trata, también e indiscutiblemente, de una celebración de vida. Entonces, yo tengo muy desarrollado ese sentimiento. Y cuando pinto, lo que yo busco es la alegría. La alegría de haber nacido. de haber visto tantas estrellas. De escuchar tantas sinfonías. Tantos conciertos. Me he enamorado tantas veces. En fin. Mi vida misma, toda, por consiguiente, es igualmente, una celebración. Por ello, me pregunto y lamento, que exista gente que utiliza su único cartucho en la selva, para espantar a los mosquitos. Creo que es un error”.
, las frases sabias en Nierman se extienden: “Creo que ese supremo regalo de los dioses, que es la Vida, debe ser recibido con júbilo. Con asombro. Con alegría. Con regocijo. Así que cuando pinto un cuadro, trato de capturar, simplemente, todo ese cúmulo de emociones y trato de compartirla. Y lo hago, porque esa es justamente la meta de mi pintura: Compartir mis sueños”, aseveró a manera de profunda síntesis, sustanciosa cátedra o inolvidable lección de vida, el Maestro Leonardo Nierman.
Alguien me puede indicar porque le llaman "Canto del Mar" a toda la obra de Nierman?
ResponderEliminarGracias de antemano...