EL HOMBRE ES METEOROLÓGICO. GEOFÍSICO, DE LA LUZ PASA A LOS NUBARRONES, LAS CENTELLAS, LA TEMPESTAD O LA CALMA Y ES LO QUE PLASMO
Por: Ana María Longi
En exclusiva para el Correo¿dor Informativo Patricia Henríquez Bremer, explica, que su obra en “blanco y negro”, es complicada, pero al mismo tiempo apasionante “porque si te lo propones, puedes lograr amalgamar todo un cúmulo de emociones, pero al mismo tiempo, toda una seria de dinámicas estéticas que este tipo de trabajo plástico requiere”. De esta manera, la joven artista explica a El Corredor Informativo, los contenidos de su obra –expuesta en estos momentos en el Seminario de Cultura Mexicana, Masaryk 526, Polanco, y que fue presentada por el Presidente Nacional del mismo, Doctor Arturo Azuela y la coordinadora de Eventos Culturales, Maestra Sanda Rácotta.
Con su sensibilidad a flor de piel, Patricia señala que el trabajar monocromáticamente y en gran formato, resulta para ella un reto, “pero al mismo tiempo –asevera-, un placer muy especial porque utilizo mi cuerpo completo, ya que pongo el papel en el piso y toda yo se pone al servicio –justamente-, de ese gran placer; transformado automáticamente en herramienta y en una especie de fusión molecular de todos los elementos físicos y espirituales de los que dispongo en ese momento. Fundamentalmente –explica PHB-, considero que el Hombre, es meteorológico –o geofísico-, porque de la luz, pasa a los nubarrones, a las centellas, a la tempestad o a la calma. Y yo trato de capturar todo esto a través del ambiente en que vive o vivo”.
¿Cómo se prepara emocionalmente para realizar una obra?
“Simplemente, me fundo –o me entrego por entero a ella-, al concepto que voy a desarrollar. Es decir, soy yo, y mi papel o superficie. Y nada más. No hay intermediarios. Pinto, dibujo o trabajo, sobre lo que me gusta o me angustia, porque son cosas que visualmente pueden ser muy hermosas, pero también terriblemente angustiantes. Las atmósferas, constituyen una especie de cortometraje de animación. Porque en realidad, tanto el paisaje como los seres humanos somos irremediablemente climáticos. Porque vivimos un constante cambio anímico. A veces somos granizo o tormenta, y en ratos calma. Nuestro corazón mismo, revela como es nuestro clima interior. Vivimos un estado de alerta constante. Una emoción tras otra. Y de esta misma manera, el paisaje parece fundirse a nuestras emociones. A nuestros rayos y centellas y a ese dolor indescriptible que a veces parece provocar en nosotros una inundación. De esta manera en un solo día, o en un mismo instante, podemos vivir lo nublado o lo luminoso. Los nubarrones grises sobre nuestras cabezas. La angustia. Y hay momentos también que parece que estamos consumiéndonos. Marchitándonos. Borrándonos”.
Patricia, tu obra está vinculada de alguna manera a la escenografía teatral. Te gusta ese género? ¿te interesa?
Mi obra está como vinculada a la Naturaleza, a las sensaciones de las cosas. Hay muchas sensaciones. Las ciudades, todas, tienen lenguajes distintos. Sus ruidos, sus luces, sus sombras, sus fantasmas históricos, sus esencias arquitectónicas, sus lecturas y estilos constituyen siempre un desafío al igual que sus energías, emociones, furias, guerras o violencia. La auténtica calma o la llamada Paz, nunca la hemos conocido. Creo que jamás entonaremos esa melodía. Y claro está, que no somos impermeables a todos esos signos magnéticos. Y bueno, yo tampoco soy ajena a estas repercusiones. Creo que me paso la vida detectándolas. Y no puedo, aunque me propusiera ignorarlas. De esta manera, Ana María, voy viviendo mis temas. Cada obra mía, la camino, la capturo, la imagino, la sueño, y en un momento dado me lanzo sobre los materiales a desbordar lo que concebí o absorbí con una cámara. Ya que permíteme explicarte, todo queda en mí como archivado. Y simplemente lo retomo y me pongo a trabajar. No es el proceso de dibujar una composición la verdadera apertura de mi temática, sino todo un proceso vivencial muy profundo y muy intuitivo. Por ello mismo digo que me doy toda. Especialmente, cuando me quedo reflexionando la imagen para plasmarla con trastos largos y con esa velocidad que proporciona la fuerza del pensamiento. Son movimientos largos. Necesitas como en todo, un proceso como de meditación donde eres tú misma.
¿Qué más podrías añadir?
“Bueno que me encanta mi realidad circundante. Sea amable o todo lo contrario. Y me encanta porque viajo con ella, me convierto en una isla que adora trabajar con música, que es la parte esencial de mi trabajo, porque no sólo me ayuda a centrar mis ideas, sino que con la música, logro identificarlas mejor, y de manera más encauzada”.
Con su sensibilidad a flor de piel, Patricia señala que el trabajar monocromáticamente y en gran formato, resulta para ella un reto, “pero al mismo tiempo –asevera-, un placer muy especial porque utilizo mi cuerpo completo, ya que pongo el papel en el piso y toda yo se pone al servicio –justamente-, de ese gran placer; transformado automáticamente en herramienta y en una especie de fusión molecular de todos los elementos físicos y espirituales de los que dispongo en ese momento. Fundamentalmente –explica PHB-, considero que el Hombre, es meteorológico –o geofísico-, porque de la luz, pasa a los nubarrones, a las centellas, a la tempestad o a la calma. Y yo trato de capturar todo esto a través del ambiente en que vive o vivo”.
¿Cómo se prepara emocionalmente para realizar una obra?
“Simplemente, me fundo –o me entrego por entero a ella-, al concepto que voy a desarrollar. Es decir, soy yo, y mi papel o superficie. Y nada más. No hay intermediarios. Pinto, dibujo o trabajo, sobre lo que me gusta o me angustia, porque son cosas que visualmente pueden ser muy hermosas, pero también terriblemente angustiantes. Las atmósferas, constituyen una especie de cortometraje de animación. Porque en realidad, tanto el paisaje como los seres humanos somos irremediablemente climáticos. Porque vivimos un constante cambio anímico. A veces somos granizo o tormenta, y en ratos calma. Nuestro corazón mismo, revela como es nuestro clima interior. Vivimos un estado de alerta constante. Una emoción tras otra. Y de esta misma manera, el paisaje parece fundirse a nuestras emociones. A nuestros rayos y centellas y a ese dolor indescriptible que a veces parece provocar en nosotros una inundación. De esta manera en un solo día, o en un mismo instante, podemos vivir lo nublado o lo luminoso. Los nubarrones grises sobre nuestras cabezas. La angustia. Y hay momentos también que parece que estamos consumiéndonos. Marchitándonos. Borrándonos”.
Patricia, tu obra está vinculada de alguna manera a la escenografía teatral. Te gusta ese género? ¿te interesa?
Mi obra está como vinculada a la Naturaleza, a las sensaciones de las cosas. Hay muchas sensaciones. Las ciudades, todas, tienen lenguajes distintos. Sus ruidos, sus luces, sus sombras, sus fantasmas históricos, sus esencias arquitectónicas, sus lecturas y estilos constituyen siempre un desafío al igual que sus energías, emociones, furias, guerras o violencia. La auténtica calma o la llamada Paz, nunca la hemos conocido. Creo que jamás entonaremos esa melodía. Y claro está, que no somos impermeables a todos esos signos magnéticos. Y bueno, yo tampoco soy ajena a estas repercusiones. Creo que me paso la vida detectándolas. Y no puedo, aunque me propusiera ignorarlas. De esta manera, Ana María, voy viviendo mis temas. Cada obra mía, la camino, la capturo, la imagino, la sueño, y en un momento dado me lanzo sobre los materiales a desbordar lo que concebí o absorbí con una cámara. Ya que permíteme explicarte, todo queda en mí como archivado. Y simplemente lo retomo y me pongo a trabajar. No es el proceso de dibujar una composición la verdadera apertura de mi temática, sino todo un proceso vivencial muy profundo y muy intuitivo. Por ello mismo digo que me doy toda. Especialmente, cuando me quedo reflexionando la imagen para plasmarla con trastos largos y con esa velocidad que proporciona la fuerza del pensamiento. Son movimientos largos. Necesitas como en todo, un proceso como de meditación donde eres tú misma.
¿Qué más podrías añadir?
“Bueno que me encanta mi realidad circundante. Sea amable o todo lo contrario. Y me encanta porque viajo con ella, me convierto en una isla que adora trabajar con música, que es la parte esencial de mi trabajo, porque no sólo me ayuda a centrar mis ideas, sino que con la música, logro identificarlas mejor, y de manera más encauzada”.
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