“LA HACIENDA EN MÉXICO”,
LIBRO “JOYA” DE INVESTIGACIÓN --- CUYO TEMA JAMÁS SE ENFOCÓ ANTES NI TAN A
FONDO--, DE LOS JÓVENES ARQUITECTOS DANIEL NIERMAN Y ERNESTO H. VALLEJO, Y
PRESENTADO ANALÍTICAMENTE POR LA ESCRITORA ELENA PONIATOWSKA; SE HA INTEGRADO DEFINITIVAMENTE A LAS MÁS IMPORTANTES OBRAS DE CONSULTA DE LA
ARQUITECTURA UNIVERSITARIA DEL SIGLO XXI, EN NUESTRO PAÍS Y DIVERSAS ALTITUDES
DE ESTADOS UNIDOS Y EUROPA”; OPINÓ EL
DOCTOR ALFONSO RIVERA BUSTAMANTE, EGRESADO DE LA FACULTAD INTERNACIONAL DE
ANDALUCÍA, DENTRO DE UN BREVE RECORRIDO PROFESIONAL POR NUESTRO PAÍS”
Por Ana María Longi
El arquitecto Alfonso Rivera Bustamante, egresado de la
Facultad Internacional de Andalucía y uno de los investigadores más formales
sobre la historicidad de las ciencias arquitectónicas de México y toda América
Latina, recomendó ampliamente el libro de los jóvenes arquitectos Daniel
Nierman y Ernesto H. Vallejo, “La Hacienda en México”, presentado literariamente
por la escritora Elena Poniatowska; como “el libro “Joya” de consulta
universitaria del siglo XXI, no sólo en nuestro país, sino incluso en diversas
altitudes de Estados Unidos y Europa”.
“Pues los conceptos
observados no sólo procuran a los lectores la mayor amenidad, sino el más
especializado interés dentro de un rubro arquitectónico que no se había
analizado jamás antes ni tan a fondo”, ---razonó para El Corredor Informativo
el especialista de la Arquitectura--, calificándolo, además, como “infaltable
en el organigrama consultivo de cualquier enterado o no enterado de esta
disciplina”, enfatizó.
“La Hacienda en México”, de Daniel Nierman y Ernesto H.
Vallejo, cuya presentación estuvo a cargo de la consagrada escritora mexicana
Elena Poniatowska, ha sido indudablemente una de las aventuras más apasionantes
dentro de los avances disciplinarios de Daniel y Ernesto, quienes al definir
sus propias conclusiones sobre el trabajo, expresaron lo siguiente:
RESCATAR LA MAGIA
Al charlar con los investigadores, ambos expresaron a El
Corredor Informativo, que “a través de las líneas e imágenes de este trabajo,
hemos buscado rescatar las principales características arquitectónicas de las
haciendas, envolviéndolas en los ambientes espaciales que sentimos son parte de
la magia de esta arquitectura”.
Explicaron que también dilucidaron sobre “elementos
constantes que no varían, originados por conceptos derivados de formas de vida
que permanecen casi inalterables durante cuatro siglos en nuestro país.
Fenómeno que sirve de marco para el desarrollo de los esquemas y las formas
típicas de la arquitectura mexicana”.
¿Y los conceptos arquitectónicos de las Haciendas, distan
mucho de otras aplicaciones formales hispanoamericanas? Preguntó la reportera.
“No. No fue sorpresa para nosotros, que las constantes de la
arquitectura de las haciendas, sean las
mismas a las del resto de la arquitectura hispanoamericana; horizontalidad,
organización de los volúmenes en torno a
un espacio descubierto (patio), disposición de los materiales en su mejor uso
mecánico, predominio del muro sobre el vano, acumulación decorativa en algunas fachadas contrastando con el resto
de gran simplicidad; conceptos que corroboran la actitud homogénea de una
entidad cultural, sin perder la imaginación y la fantasía regional e
individual”, respondieron los coautores
alternando ideas.
LA BÚSQUEDA DE UNA
IDENTIDAD NACIONAL
Aseveraron que dentro de este universo arquitectónico,
“encontramos criterios que nos sugieren buscar caminos para llegar a producir
una arquitectura de nuestro tiempo pero surgida de su tierra, es decir, con
identidad nacional. Esto es, porque la sensibilidad personal podrá encontrar en
las haciendas elementos diversos que puedan conducir a soluciones
contemporáneas inéditas; se podrán encontrar también, valores modernos,
hablando en un sentido meramente arquitectónico, que nos inviten a reflexionar
y profundizar en nuestra historia, para buscar la expresión de nuestra época”.
Y es que sucede algo, aclararon, “para nosotros, las
haciendas no son sólo edificios históricos; ni tampoco pretendemos plasmarlas
en nuevas construcciones, como los revivals del siglo XIX, simplemente
reflexionamos sobre los valores modernos que sugiere esta arquitectura, que no
se analiza tan fácilmente y que si se pretende reutilizar diversos conceptos y
elementos, es necesario buscar las razones estrictamente locales debido al
medio físico (materiales locales, clima, luz, vientos) y las influencias
geográficas, sociales e históricas que las produjeron, además, con la condición
de que exista justificación de su uso en nuestros día”.
ARQUITECTURA
Analizaron ambos arquitectos, que otra elección que aporta
este fenómeno está en la actitud que predomina en la arquitectura de culto y
poder (riqueza) en el siglo XIX; puesto que, la utilización de arquitecturas
prestadas produjo eclecticismos verdaderamente desagradables y algunas veces
hasta caricaturescas, ya que recuerdan a esas posturas que pretenden desvincularse
de su tierra, de su historia, de su cultura; a pesar de esto, en las haciendas
se siguen palpando las constantes que constituyen la principal característica
de este quehacer arquitectónico. “Así como en el siglo XVI –afirman-, la
arquitectura monástica aporta el atrio, las capillas pozas, la capilla abierta,
etc., en la hacienda surge un espacio que es otra aportación de la arquitectura
mexicana al mundo: El tinacal.
“Este elemento –agregaron-, no había llegado a ser valorado
todavía en el momento en que se le destinaban recursos para construirlo. Pues
es precisamente en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX y muchas
veces en neoclásicos, neogóticos, neo-árabes donde se proyectan las frías
aspiraciones estilísticas de los propietarios, que coartaban las cálidas
proyecciones populares”.
MISTERIO, SORPRESA
Y MEMORIA
Finalmente recapitularon ambos profesionales de la
arquitectura, que el haber recorrido estos edificios, se sintieron mágicamente
impregnados de sus ambientes, produciéndoles al mismo tiempo, un gran impacto
en sus ópticas de arquitectos. “Hemos encontrado algo así como un camino que ha
repercutido de manera importante en nuestro quehacer profesional. Misterio,
sorpresa y memoria intentarán reflejarse en nuestra obra a través de nuestro
bagaje cultural que después de este estudio reafirma su fe en la identidad
cultural de nuestro país, que ya ha tenido en esta y otras artes exponentes de
primera línea: Barragán, Rivera, Rulfo, son ejemplos de guías a seguir para
poder buscar nuestra realización en espacios y ambientes poéticos emanados de
nuestro interior. Esperamos que este trabajo despierte otros intereses
similares que permitan profundizar en estos fenómenos arquitectónicos, para
intentar participar en las corrientes universales a través de nuestra identidad
cultural”.
PRESENTACIÓN DE
ELENA PONIATOWSKA
En la presentación de tan valioso trabajo de investigación
intitulado La Hacienda en México, las palabras de la prestigiosa escritora
Elena Poniatowska, saltan sobre el papel, claras, directas, simpáticas,
talentosas, sencillas, amenas e interesantes, tal y como es la valiosa
personalidad intelectual que tanto la ha definido. De esta manera, leámosla:
“Basta una sola mirada para darse cuenta de que Daniel
Nierman y Ernesto Vallejo son unos artistas verdaderos, bastan dos para
conmoverse ante los minuciosos planos dibujados con primor, las arcadas que se
repiten, el espesor de los muros, las proporciones que son las de la grandeza.
Daniel Nierman y Ernesto Vallejo rescatan del desierto esas joyas desorbitadas
que son las haciendas del Siglo XVI, XVII hasta el XX que Dios (un dios español
naturalmente) parece haber aventado desde su nube al vacío, los monumentales
vacíos de México, que ante la súbita aparición de Zontecomate nos hacen
tallarnos los ojos para asegurarnos de que no se trata de un espejismo”.
LA HACIENDA, ASOMBRO
DEL CAMINANTE:
Y Elena Poniatowska prosigue: “Para
el asombro del caminante que avanza en el desierto entre parcelas yermas sobre
las cuales se levanta un polvo que las nimba, se yergue de pronto una hacienda
como la de Espejel con su aureola de puro oro, sus balaustradas y sus cornisas
de cuento de hadas. “¿Es verdad o estoy soñando?” La hacienda pulquera con su tinacal y su
trapiche tiene también un billar para el recreo del dueño y sus invitados,
espejos biselados que reflejan los
cuellos y las blondas en el escote, los cabellos rubios o negros ondulados de
mujeres parecidas a Carlota, escenas bucólicas pintadas a la manera de Watteau,
ninfas que detienen cántaros en torno a la fuente, jardines que recuerdan los
de Versalles, la capilla único espacio que reune a amos y sirvientes”.
LA PUERTA DE ATRÁS
Elenita habló en su Presentación de La Puerta de Atrás: “Válgame Dios si para eso están las escaleras
de servicio, la puerta de atrás, la del campo para el uso de los indios, la
raza cobriza, la peonada, los acapillados, que después de la capilla, sólo
tienen acceso al despacho en el que les dirige la palabra el administrador.
Daniel Nierman y Ernesto Vallejo, recorrieron México tras las haciendas que
ahora nos ocupan: Mala Yerba y Mal País, San Miguel Regla y Sana Agueda,
Tenejac y San Miguel Tesmelucan, Pozo del Carmen y Ciénega de Mata, San Diego y
Santiago, Jaral de Berrio y La Ventanilla, Tecajete, Peotillos, Tepetates,
Peñazco, Bledos, midiendo con su cinta metro el perímetro de los cascos, la
cintura de los aljibes, las pilas de agua, las camas tan vastas como
embarcaciones, los armarios de copete en los que hubiera podido caber el emperador
Maximiliano que no cupo en su caja de pino.
La famosa escritora explica las maneras de apuntar datos de
los jóvenes investigadores: “Anotaron una a una en sus blocs de arquitectos con
su lápiz las habitaciones con sus aguamaniles y sus jarras de porcelana, sus
arcones y su taburetes, que rodeaban el patio interior, el de los geranios y
helechos. Al hacer los planos de cada troje, cada bodega, al asentar corrales y
confesionarios Daniel Nierman y Ernesto Vallejo se convirtieron en custodios,
mejor dicho en guardianes de ese rito de jazmines y naranjos, mezquites,
nopales, magueyes y pirules que es el de las haciendas. Oficiantes, se
volvieron los protagonistas de la misa y se pusieron al servicio de este rito
antiguo que es el de las haciendas, que a mediados del siglo XVI se llamaron de
“labor o de pan llevar” y a raíz de sus levantamientos topográficos, del trazo
de su pluma sobre el papel albanene cuya consistencia se parece a la de la
hostia, fue saliendo este libro mágico “La Hacienda en México”. A través de la
filigrana de sus dibujos que parecen bordados de hormiga hacendosa, fuimos
viendo cada una de las piedras bola en el pavimento, cada ranura en las naves,
cada tramo que lleva al altar, la pureza de las líneas, la potencia inigualable
de los contrafuertes, la riqueza barroca del altar sobre cuyas volutas y
redondeces se posan los rayos de luz desnudándolas, puliéndolas como el aire y
el viento, el agua y el tiempo van puliendo los muros, el techo, los grandes
portones hasta darles s color y su textura.
TODO LO EVALUARON
Reiteró Elenita que Daniel y Ernesto todo lo evaluaron: “los fenómenos naturales y la franja de
estuco al borde del techo, en las piezas que quieren parecer europeas, la talla
de madera en las mecedoras y los artificios neoclásicos esculpidos en ella, las
vigas inalcanzables que como rieles se van alineando en el techo. Resulta que
el comedor es siempre la pieza más grande de la hacienda y las cocinas son
altas, anchas y generosas, abiertas hacia una azotehuela que el sol blanquea,
grande y sabia como debe serlo toda buena cocinera que prueba, su cucharón en
mano, despluma, lava, tiende al sol, amasa, tortea, seca en lo alto, ahúma,
pone a serenar, macera y conserva.
“Para ello son necesarios los techos altos en los que van
subiendo ollas y cacharros, los fogones de buenas dimensiones, y las puertas y
ventanas en cuyo marco se alínean las macetas ahora dentro de sus botes de
mobil oil, la albahaca, la mejorana, la manzanilla, el cebollín que crecen a la
mano de la cocinera que corta según los va necesitando el epazote y el
cilantro, el perejil y la yerbabuena, especies milagrosas dentro de la inmensa
vastedad de la tierra, esa tierra que junto a la casa grande, el atrio de la
capilla y la barda que se yergue inalterable, se vuelve tepetatosa y
anaranjada, tierra gastada y primigenia cuyo sedimento es la esencia misma de
la hacienda. Las fotografías, los grandes acercamientos tienen el moho, el
sabor de la piedra.
TEMA HERMOSO,
PROFUNDO Y ÚNICO
“Lástima que no
puedan verse los colores que capta Daniel, son colores inéditos que envidiarían
Tapies y Tamayo, morados y verdes que nacieron antes de la creación del mundo. Nunca
en nuestro país se había hecho un estudio arquitectónico de las haciendas;
nunca hubo antes un estudio tipológico de todos los espacios. Hoy en día al ver
el trabajo de Nierman y Vallejo podemos remontarnos a la vida diaria en la
hacienda, como era, cuál era el tren, el carruaje, el diario amanecer, la noche
húmeda y el desvelo. José María Velasco, Luis Barragán, Juan Rulfo, se
sentirían afortunados al hojear un libro así, capaz de recoger la esencia de lo
que ellos quisieron sembrar, el México del espíritu y de la fortaleza, el que
resiste a las embestidas del tiempo, el de la tierra y el de la piedra, el del maiz y el del
maguey, el del barro que suena a plata como decía López Velarde”, enfatizó la
talentosa escritora Elena Poniatowska, al cerrar su espléndido texto.
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