LA MAFIA DEL
PODER EN EL METRO
DE LA CIUDAD DE MÉXICO
· *** Los
espinistas la tienen bien amachinada…; urge una renovación quirúrgica con
empatía en beneficio de la colectividad
· *** El
subterráneo naranja asemeja a un minusválido de 50 años; y en su plena decadencia,
el STC requiere de un “segundo sótano”, aunque parezca increíble ante el
incremento de la gran demanda de usuarios
· *** Fernando
Espino Arévalo, líder sempiterno del Sindicato “Nacional” de Trabajadores del
STC, ha consolidado su feudo que hasta los mismos trabajadores avalan las
fechorías y deshonestidades de tan espécimen líder sindical
BLAS A. BUENDÍA
Dice
el dicho, y lo testifica muy bien…
-“No
hay cáncer que dure 100 años”.
Y
es una clara advertencia que todos los excesos tienen un precio.
Quienes
detentan el poder y crear castas aristocráticas al muy estilo Nerón, con el
tiempo están confinadas a sufrir los fracasos, hundidos en el desprestigio
total.
Los
grupos minoritarios y antagónicos que buscan llegar a encumbrarse en el poder a
través de las democracias, lograran hacerlo pero luego se olvidan de las bases
a quienes deben de servir, y no servirse de ellas, que gracias a esta práctica
deleznable, amasan fortunas inconmensurables.
La
historia ha sido fiel pasajera en los balances de cada entidad con poder, y en el
rubro de los sindicatos no se diga, ya que ante un ejército de trabajadores que
asisten a sus centros laborales para ganarse el pan y la sal de cada día, lo
hacen con la esperanza de que algún día tendrán su cuota de recompensa.
Ejemplificar
a detalle en cada organización sindical sería interminable, pero en lo que se
refiere al sindicalismo, sus dirigentes han explotado de forma suprema a sus
afiliados, enlistándose en acciones de impunidad y corrupción. Más aún cuando
está en boga la siniestra idea que vendría siendo una especie de delincuencia
organizada pero a nivel intergremial.
Fernando
Espino Arévalo, líder sempiterno del Sindicato “Nacional” de Trabajadores del
STC, ha consolidado su feudo que hasta los mismos trabajadores –viéndose
presionados por sus delegados-, avalan las fechorías y deshonestidades de su líder
sindical, emulando el poder de los pejistas.
De
tal suerte que de Fernando Espino Arévalo se han escrito muchas revelaciones de
denuncia porque el “político” michoacano ha logrado fortalecer la sinergia de
su gremio sin descuidar a la base, a la cual aprovechando la coyuntura, ejecuta
negocios personales dentro del mismo sistema estructural del Metro de la Ciudad
de México, redituándole extraordinarios dividendos.
No
ha habido autoridad hacendaria que revele un estatus económico y financiero
sobre el pago de sus impuestos como asociación sindical. Pese a que se tratan
de organismos sindicales autónomos, Hacienda debería de realizarle una
auditoría en general, a instancias promovidas por la propia Asamblea
Legislativa.
El
Metro de la Ciudad de México sufre una decadencia a grado tal que a sus casi 50
años, se halla en la curva de su existencia, y si los gobiernos de centro e
izquierda mantienen el mismo ritmo desde que el PRI perdió la jefatura de gobierno
en el Distrito Federal pasando la estafeta al PRD, a nivel federal fue coartada
la sinergia presupuestal afectando a la sociedad en general.
Es
decir, que ambos gobiernos siguen tomando como rehén a todos los capitalinos ya
que éstos forman parte de un mosaico étnico que ya no creen en las posturas
ideológicas del Revolucionario Institucional quedando en un amargo y demoledor
recuerdo, y que aleatoriamente forma parte de toda una plataforma de
complicidades entre los partidos políticos y el propio régimen. Una mafia del
poder, comparada con el crimen organizado, solo que aquélla con indicaciones
institucionales.
Todo
este esquema es con base a que el Congreso federal mientras siga teniendo a
través del maridaje que conforman el PRI y el PAN la mayoría, presupuestalmente
seguirán castigando a la Ciudad de México contra los colores partidistas que
representa actualmente el gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa.
Expertos
en materia de transporte urbano aplicados al Sistema del Metro, consideran que para
tener un cambio verdadero se requiere de atención, servicios y liderazgos; una
renovación quirúrgica con empatía, trabajo leal; con proyección y visión; con
entrega y con la ayuda de 5.3 millones de usuarios para una reconstrucción en
favor de los más necesitados.
Se
advierte que el Metro ya no puede atender a tantos millones, que si bien es
cierto que es el rector del transporte masivo, esos 5.3 millones podría llegar
a 6.2 millones al sumarse las nuevas generaciones de jóvenes.
Proponen
cambiar “lo que no sirve” y que en su momento lo que fue una innovación
conforme a la transformación estructural de la ciudad; se debe conservar la
experiencia de la Gran Familia Metro, impulsando una campaña asertiva, positiva
y dedicada, en la aplicación y demostración plena a los primeros 100 días de un
nuevo gobierno.
Quienes
han sido directores del Metro, hoy en día están más que preocupados. Observan
horizontes diferentes.
Francisco
de Sousa Mayo conoce bien la funcionalidad del STC. “Me conocen bien los
Trabajadores sindicalizados y los que no lo están”, y estima que una
recomposición del gobierno-STC hacia los trabajadores, es implementar con
urgencia, acciones y actitudes porque la sociedad está harta del maltrato de
sus funcionarios, sobre todo el equipo de taquilleras que ha dejado mucho qué
desear por ser las primeras en atender a los usuarios, y primeras en ofrecerles
un dantesco maltrato.
“Regresar
para mejorar, y aunque parezca raro, se requiere que volvamos a creer en el
metro y su servicio”, refirió.
La
sociedad exige al gobierno local implementar una estrategia publicitaria de
recomposición e imagen del STC, ha grado que, aunque no parezca cierto, el
sindicato mayoritario del Metro que manipula desde hace cuatro décadas el sempiterno líder Fernando Espino
Arévalo y su camarilla, se han transformado en auténticos parásitos “que tienen
bien amachinada y encabezan la Mafia del Poder del Sistema de Transporte
Colectivo-Metro”.
Las
paradojas siempre salen a relucir y el histrionismo sindical no se diga. Para
Espino Arévalo, quien tiene un férreo control de sus agremiados que viven entre
el miedo y la zozobra, presume que “hay que eliminar vicios y luego aumentar
tarifas”.
Es
el colmo que el señor Espino hable de esta forma, ya que si bien ha sido el
manipulador del Metro por decenios, por culpa de él y su séquito, el servicio
del Metro ha sido deficiente. Desde que Fernando Espino se adueñó del Metro,
este servicio vive su crepúsculo.
Espino
muestra su ignorancia constitucional al pedirle “peras al olmo”, en el estricto
sentido “que el Metro administre de manera directa sus recursos, obtenidos por
la venta de boletos”, por lo que se antoja cuestionar, ¿entonces para qué sirve
la Secretaría de Economía local?, si éste ente gubernamental es el que tiene la
rectoría administrativa del poder hacendario. O de plano es tal su poder de
ambición de hacerse del dinero fácil, que ya está pensando en saquear las ganancias
que se recaudan diariamente y que es el equivalente a cuatro millones de
dólares.
El
cinismo de Espino carece de analogía porque, dislexia y textualmente señala: “Aquí
se trata de que le vaya bien al Metro y también al Sindicato (…)”.
Mucha
gente y hasta los propios trabajadores coinciden: “¿Y por qué tendría que irle
bien al sindicato, si no realiza puntualmente sus labores, aduciendo
acusaciones banales que les faltan implementos para la manutención del Metro? Lo
que ocurre que el saqueo es constante y el manejo de los concursos de
licitaciones favorece al propio sindicato espinista.
El
Metro está como está, y no hay autoridad que le promueva un juicio de
procedencia para cuando menos desaparecer el sindicato de Espino que ha sido un
cáncer social, toda vez que es culpable que 5.3 millones de usuarios padezcan todo
tipo de incidencias -desde inundaciones, inseguridad para los usuarios y los
inesperados cortos circuitos-, en un marco de cotidianas anomalías y
pérdidas-horas-hombre dentro de la clasificación de desarrollo laboral.
Y
como si se tratara de una premonición de que en el futuro inmediato pudieran
registrarse un catastrófico choque de trenes en el subterráneo, predijo:
“…Pueden
crecer los dos pero en orden (…) y así logramos que nunca se descarrilen (…). El
uno no debe ser mejor que el otro a nivel institucional, juntos podemos progresar
en beneficio de los Trabajadores garantizando a los usuarios un mejor servicio.
¡Por un Metro con orden...!”, malició Espino Arévalo, el eterno líder sindical,
quien es rodeado de cuando menos 15 matones disfrazados como agentes de
seguridad personal, a fin de que ningún trabajador se le acerque y le reclame la resolución de sus problemas con la
parte patronal.
El
subterráneo naranja asemeja a un minusválido de 50 años; y en su plena
decadencia o en la curva de su vida, el Sistema de Transporte Colectivo
requiere de un “segundo sótano”, aunque parezca insólitamente increíble.