lunes, 27 de mayo de 2013

Literatura de Alto Nivel

“LA HACIENDA EN MÉXICO”,  LIBRO “JOYA”  DE INVESTIGACIÓN  --- CUYO TEMA JAMÁS SE ENFOCÓ ANTES NI TAN A FONDO--, DE LOS JÓVENES ARQUITECTOS DANIEL NIERMAN Y ERNESTO H. VALLEJO, Y PRESENTADO ANALÍTICAMENTE POR LA ESCRITORA ELENA PONIATOWSKA;  SE HA INTEGRADO DEFINITIVAMENTE  A LAS MÁS IMPORTANTES OBRAS DE CONSULTA DE LA ARQUITECTURA UNIVERSITARIA DEL SIGLO XXI, EN NUESTRO PAÍS Y DIVERSAS ALTITUDES DE ESTADOS UNIDOS Y EUROPA”;  OPINÓ EL DOCTOR ALFONSO RIVERA BUSTAMANTE, EGRESADO DE LA FACULTAD INTERNACIONAL DE ANDALUCÍA, DENTRO DE UN BREVE RECORRIDO PROFESIONAL POR NUESTRO PAÍS”
Por Ana María Longi

El arquitecto Alfonso Rivera Bustamante, egresado de la Facultad Internacional de Andalucía y uno de los investigadores más formales sobre la historicidad de las ciencias arquitectónicas de México y toda América Latina, recomendó ampliamente el libro de los jóvenes arquitectos Daniel Nierman y Ernesto H. Vallejo, “La Hacienda en México”, presentado literariamente por la escritora Elena Poniatowska;   como “el libro “Joya” de consulta universitaria del siglo XXI, no sólo en nuestro país, sino incluso en diversas altitudes de Estados Unidos y Europa”.
“Pues los conceptos observados no sólo procuran a los lectores la mayor amenidad, sino el más especializado interés dentro de un rubro arquitectónico que no se había analizado jamás antes ni tan a fondo”, ---razonó para El Corredor Informativo el especialista de la Arquitectura--, calificándolo, además, como “infaltable en el organigrama consultivo de cualquier enterado o no enterado de esta disciplina”, enfatizó.
“La Hacienda en México”, de Daniel Nierman y Ernesto H. Vallejo, cuya presentación estuvo a cargo de la consagrada escritora mexicana Elena Poniatowska, ha sido indudablemente una de las aventuras más apasionantes dentro de los avances disciplinarios de Daniel y Ernesto, quienes al definir sus propias conclusiones sobre el trabajo, expresaron lo siguiente:

RESCATAR LA MAGIA
Al charlar con los investigadores, ambos expresaron a El Corredor Informativo, que “a través de las líneas e imágenes de este trabajo, hemos buscado rescatar las principales características arquitectónicas de las haciendas, envolviéndolas en los ambientes espaciales que sentimos son parte de la magia de esta arquitectura”.
Explicaron que también dilucidaron sobre “elementos constantes que no varían, originados por conceptos derivados de formas de vida que permanecen casi inalterables durante cuatro siglos en nuestro país. Fenómeno que sirve de marco para el desarrollo de los esquemas y las formas típicas de la arquitectura mexicana”.
¿Y los conceptos arquitectónicos de las Haciendas, distan mucho de otras aplicaciones formales hispanoamericanas? Preguntó la reportera.

“No. No fue sorpresa para nosotros, que las constantes de la arquitectura  de las haciendas, sean las mismas a las del resto de la arquitectura hispanoamericana; horizontalidad, organización  de los volúmenes en torno a un espacio descubierto (patio), disposición de los materiales en su mejor uso mecánico, predominio del muro sobre el vano, acumulación decorativa  en algunas fachadas contrastando con el resto de gran simplicidad; conceptos que corroboran la actitud homogénea de una entidad cultural, sin perder la imaginación y la fantasía regional e individual”, respondieron los  coautores alternando ideas.

LA BÚSQUEDA DE UNA
IDENTIDAD NACIONAL

Aseveraron que dentro de este universo arquitectónico, “encontramos criterios que nos sugieren buscar caminos para llegar a producir una arquitectura de nuestro tiempo pero surgida de su tierra, es decir, con identidad nacional. Esto es, porque la sensibilidad personal podrá encontrar en las haciendas elementos diversos que puedan conducir a soluciones contemporáneas inéditas; se podrán encontrar también, valores modernos, hablando en un sentido meramente arquitectónico, que nos inviten a reflexionar y profundizar en nuestra historia, para buscar la expresión de nuestra época”.   
Y es que sucede algo, aclararon, “para nosotros, las haciendas no son sólo edificios históricos; ni tampoco pretendemos plasmarlas en nuevas construcciones, como los revivals del siglo XIX, simplemente reflexionamos sobre los valores modernos que sugiere esta arquitectura, que no se analiza tan fácilmente y que si se pretende reutilizar diversos conceptos y elementos, es necesario buscar las razones estrictamente locales debido al medio físico (materiales locales, clima, luz, vientos) y las influencias geográficas, sociales e históricas que las produjeron, además, con la condición de que exista justificación de su uso en nuestros día”.

ARQUITECTURA

DE CULTO               
Analizaron ambos arquitectos, que otra elección que aporta este fenómeno está en la actitud que predomina en la arquitectura de culto y poder (riqueza) en el siglo XIX; puesto que, la utilización de arquitecturas prestadas produjo eclecticismos verdaderamente desagradables y algunas veces hasta caricaturescas, ya que recuerdan a esas posturas que pretenden desvincularse de su tierra, de su historia, de su cultura; a pesar de esto, en las haciendas se siguen palpando las constantes que constituyen la principal característica de este quehacer arquitectónico. “Así como en el siglo XVI –afirman-, la arquitectura monástica aporta el atrio, las capillas pozas, la capilla abierta, etc., en la hacienda surge un espacio que es otra aportación de la arquitectura mexicana al mundo: El tinacal.
“Este elemento –agregaron-, no había llegado a ser valorado todavía en el momento en que se le destinaban recursos para construirlo. Pues es precisamente en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX y muchas veces en neoclásicos, neogóticos, neo-árabes donde se proyectan las frías aspiraciones estilísticas de los propietarios, que coartaban las cálidas proyecciones populares”.

MISTERIO, SORPRESA
Y MEMORIA
Finalmente recapitularon ambos profesionales de la arquitectura, que el haber recorrido estos edificios, se sintieron mágicamente impregnados de sus ambientes, produciéndoles al mismo tiempo, un gran impacto en sus ópticas de arquitectos. “Hemos encontrado algo así como un camino que ha repercutido de manera importante en nuestro quehacer profesional. Misterio, sorpresa y memoria intentarán reflejarse en nuestra obra a través de nuestro bagaje cultural que después de este estudio reafirma su fe en la identidad cultural de nuestro país, que ya ha tenido en esta y otras artes exponentes de primera línea: Barragán, Rivera, Rulfo, son ejemplos de guías a seguir para poder buscar nuestra realización en espacios y ambientes poéticos emanados de nuestro interior. Esperamos que este trabajo despierte otros intereses similares que permitan profundizar en estos fenómenos arquitectónicos, para intentar participar en las corrientes universales a través de nuestra identidad cultural”.

PRESENTACIÓN DE
ELENA PONIATOWSKA
En la presentación de tan valioso trabajo de investigación intitulado La Hacienda en México, las palabras de la prestigiosa escritora Elena Poniatowska, saltan sobre el papel, claras, directas, simpáticas, talentosas, sencillas, amenas e interesantes, tal y como es la valiosa personalidad intelectual que tanto la ha definido. De esta manera, leámosla:
“Basta una sola mirada para darse cuenta de que Daniel Nierman y Ernesto Vallejo son unos artistas verdaderos, bastan dos para conmoverse ante los minuciosos planos dibujados con primor, las arcadas que se repiten, el espesor de los muros, las proporciones que son las de la grandeza. Daniel Nierman y Ernesto Vallejo rescatan del desierto esas joyas desorbitadas que son las haciendas del Siglo XVI, XVII hasta el XX que Dios (un dios español naturalmente) parece haber aventado desde su nube al vacío, los monumentales vacíos de México, que ante la súbita aparición de Zontecomate nos hacen tallarnos los ojos para asegurarnos de que no se trata de un espejismo”.

LA HACIENDA, ASOMBRO
DEL CAMINANTE:
Y Elena Poniatowska prosigue:   “Para el asombro del caminante que avanza en el desierto entre parcelas yermas sobre las cuales se levanta un polvo que las nimba, se yergue de pronto una hacienda como la de Espejel con su aureola de puro oro, sus balaustradas y sus cornisas de cuento de hadas. “¿Es verdad o estoy soñando?”  La hacienda pulquera con su tinacal y su trapiche tiene también un billar para el recreo del dueño y sus invitados, espejos biselados que reflejan  los cuellos y las blondas en el escote, los cabellos rubios o negros ondulados de mujeres parecidas a Carlota, escenas bucólicas pintadas a la manera de Watteau, ninfas que detienen cántaros en torno a la fuente, jardines que recuerdan los de Versalles, la capilla único espacio que reune a amos y sirvientes”.

LA PUERTA DE ATRÁS
Elenita habló en su Presentación de La Puerta de Atrás:  “Válgame Dios si para eso están las escaleras de servicio, la puerta de atrás, la del campo para el uso de los indios, la raza cobriza, la peonada, los acapillados, que después de la capilla, sólo tienen acceso al despacho en el que les dirige la palabra el administrador. Daniel Nierman y Ernesto Vallejo, recorrieron México tras las haciendas que ahora nos ocupan: Mala Yerba y Mal País, San Miguel Regla y Sana Agueda, Tenejac y San Miguel Tesmelucan, Pozo del Carmen y Ciénega de Mata, San Diego y Santiago, Jaral de Berrio y La Ventanilla, Tecajete, Peotillos, Tepetates, Peñazco, Bledos, midiendo con su cinta metro el perímetro de los cascos, la cintura de los aljibes, las pilas de agua, las camas tan vastas como embarcaciones, los armarios de copete en los que hubiera podido caber el emperador Maximiliano que no cupo en su caja de pino.

LOS APUNTES
La famosa escritora explica las maneras de apuntar datos de los jóvenes investigadores: “Anotaron una a una en sus blocs de arquitectos con su lápiz las habitaciones con sus aguamaniles y sus jarras de porcelana, sus arcones y su taburetes, que rodeaban el patio interior, el de los geranios y helechos. Al hacer los planos de cada troje, cada bodega, al asentar corrales y confesionarios Daniel Nierman y Ernesto Vallejo se convirtieron en custodios, mejor dicho en guardianes de ese rito de jazmines y naranjos, mezquites, nopales, magueyes y pirules que es el de las haciendas. Oficiantes, se volvieron los protagonistas de la misa y se pusieron al servicio de este rito antiguo que es el de las haciendas, que a mediados del siglo XVI se llamaron de “labor o de pan llevar” y a raíz de sus levantamientos topográficos, del trazo de su pluma sobre el papel albanene cuya consistencia se parece a la de la hostia, fue saliendo este libro mágico “La Hacienda en México”. A través de la filigrana de sus dibujos que parecen bordados de hormiga hacendosa, fuimos viendo cada una de las piedras bola en el pavimento, cada ranura en las naves, cada tramo que lleva al altar, la pureza de las líneas, la potencia inigualable de los contrafuertes, la riqueza barroca del altar sobre cuyas volutas y redondeces se posan los rayos de luz desnudándolas, puliéndolas como el aire y el viento, el agua y el tiempo van puliendo los muros, el techo, los grandes portones hasta darles s color y su textura.

TODO LO EVALUARON
Reiteró Elenita que Daniel y Ernesto todo lo evaluaron:  “los fenómenos naturales y la franja de estuco al borde del techo, en las piezas que quieren parecer europeas, la talla de madera en las mecedoras y los artificios neoclásicos esculpidos en ella, las vigas inalcanzables que como rieles se van alineando en el techo. Resulta que el comedor es siempre la pieza más grande de la hacienda y las cocinas son altas, anchas y generosas, abiertas hacia una azotehuela que el sol blanquea, grande y sabia como debe serlo toda buena cocinera que prueba, su cucharón en mano, despluma, lava, tiende al sol, amasa, tortea, seca en lo alto, ahúma, pone a serenar, macera y conserva.
“Para ello son necesarios los techos altos en los que van subiendo ollas y cacharros, los fogones de buenas dimensiones, y las puertas y ventanas en cuyo marco se alínean las macetas ahora dentro de sus botes de mobil oil, la albahaca, la mejorana, la manzanilla, el cebollín que crecen a la mano de la cocinera que corta según los va necesitando el epazote y el cilantro, el perejil y la yerbabuena, especies milagrosas dentro de la inmensa vastedad de la tierra, esa tierra que junto a la casa grande, el atrio de la capilla y la barda que se yergue inalterable, se vuelve tepetatosa y anaranjada, tierra gastada y primigenia cuyo sedimento es la esencia misma de la hacienda. Las fotografías, los grandes acercamientos tienen el moho, el sabor de la piedra.

TEMA HERMOSO,
PROFUNDO Y ÚNICO
“Lástima  que no puedan verse los colores que capta Daniel, son colores inéditos que envidiarían Tapies y Tamayo, morados y verdes que nacieron antes de la creación del mundo. Nunca en nuestro país se había hecho un estudio arquitectónico de las haciendas; nunca hubo antes un estudio tipológico de todos los espacios. Hoy en día al ver el trabajo de Nierman y Vallejo podemos remontarnos a la vida diaria en la hacienda, como era, cuál era el tren, el carruaje, el diario amanecer, la noche húmeda y el desvelo. José María Velasco, Luis Barragán, Juan Rulfo, se sentirían afortunados al hojear un libro así, capaz de recoger la esencia de lo que ellos quisieron sembrar, el México del espíritu y de la fortaleza, el que resiste a las embestidas del tiempo, el de la tierra  y el de la piedra, el del maiz y el del maguey, el del barro que suena a plata como decía López Velarde”, enfatizó la talentosa escritora Elena Poniatowska, al cerrar su espléndido texto.

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