martes, 12 de noviembre de 2019

Celebra Premio: Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales

 
ULISES PANIAGUA OLIVARES, 
GANADOR DEL 
CONCURSO INTERNACIONAL

Agencia de Información El Corredor Informativo. Ciudad de México.- Ulises Paniagua Olivares, nos tiene felices a todos los que hemos amado y continuamos amando la lectura hecha en México. Ya que el joven y talentoso escritor mexicano, obtuvo para nuestro país, el máximo galardón, del llamado: Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales, celebrado en Colombia, hace más de una semana. La obra ganadora se intitula: "El Año del Cerdo"; misma que fue seleccionada por el Jurado, entre cerca de dos mil textos permitidos desde 35 países de Asia, América y Europa. El jurado calificador, fue conformado por la cubana Karla Suárez, el venezolano Juan Carlos Méndez Guédez y el colombiano Benhur Sánchez Suárez; todos ellos, reconocidos escritores a nivel mundial. Además del ganador, la citada trilogía eligió a diez autores finalistas e Argentina, Colombia, Uruguay, Chile, Perú, Venezuela y Cuba.

Como mejor escritor de Colombia, fue distinguido el narrador bogotano Jaime Esobar Vásquez y dos nariñenses que obtuvieron los reconocimientos regionales, los pupialeños Robinson Coral Portilla y José Daniel del Castillo. El evento que fue organizado por la Fundación Gabriel García Márquez, con apoyo del Ministerio de Cultura y la Gobernación de Nariño, cuenta con una larga trayectoria y un prestigio que cada año se consolida a nivel internacional. #l cuento del ganador que obtuvo una premiación económica de seis millones de pesos, es un texto que aborda la obsesión de una persona, producto de un estado de soledad permanente; que podría definirse también como una metáfora del mundo urbano, donde la esclavitud de un trabajo sin sentido, conduce al delirio, al quedarse rezagados valores tan importantes como el afecto y el amor. Tratándose, por todo ello, e un cuento fantástico y ambiguo que, indudablemente, logra conmover a los lectores.
Cabe mencionar que previo a la ceremonia del veredicto difundido el pasado 5 de noviembre de 2019; la organización del concurso contó con la vinculación directa de la Casa Museo Gabriel García Márquez de Aracataca, Magdalena, cuyo director el escritor Rafael Darío Jiménez, dictó charlas sobre la vida y obra del Premio Nobel de Literatura en los municipios de Pasto, Gualmatán y Pupiales, en Nariño. Ahora bien, los escritores interesados, participantes o no; pueden consultar el veredicto en la página web (http:/www.gabrielgarciamarquezfundacion.com). que es el sitio oficial del convurso. Desde donde la organización ya está procediendo a anunciar la nueva convocatoria para el año 2020. Bravo, tomémoslo todos en cuenta.
Ulises --narrador, poeta, videasta y dramaturgo--, reúne ya una enorme trayectoria literaria. Dentro d la cual está la novela: La ira del sapo (2016); así como de cuatro libros de cuentos: Patibulario, cuentos al final del túnel, (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), y Bitácora del eterno navegante (Abismos 2015). Ha sido divulgado en interminables antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales. Y especialmente publicado en la Academia Uruguaya de Letras; así como en España, Italia, Perú, Cuba, Venezuela, Argentina y Costa Rica. 
Mención honorífica en el Concurso Nacional de Cuento Criaturas de la Noche (2007). Siendo antologado en: Poesía Latinoamericana Giulia Conzaga (Italia 2008) y en Poetas del siglo XXI (España 2014). En el 2011, con su colaboración literaria con el grupo Kanga. Obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de España: Tú sí que vales. Locutor colaborador en el programa Jazz Arquitectónico, de Radio Anáhuac. Ha sido tallerista en Conaculta, UAM y en la Fundación René Avilés Fabila, así como becario de Conacyt. Su obra ha sido traducida al inglés e italiano.


EL CUENTO PREMIADO DE ULISES PANIAGUA

Fue en la celebración en China, del año del cerdo. Aquí, en mi viudad, en mi país, fue un i como cualquier otro. O casi como cualquier otro.
Llegué a la oficina. Afuera llovía. Después de encender la luz, de acomodarme las medias y revisar mi email, me percaté, con sorpresa, de la presencia del muerto. Estaba allí, tieso y pálido, tendido sobre la alfombra. Me asusté, por supuesto, lancé un alarido medio escénico que debió retumbar en el piso del corporativo. Era la hora de la merienda, así que al parecer no hubo quien escuchara.
¿Qué se debe hacer con un muerto? Pensé en llamar a la policía. Me contuve, reflexiva, porque sé bien que en este país eres culpable hasta que se demuestre lo contrario, así que no quise pasar por el calvario del hostigamiento policíaco y la tortura psicológica. El muerto, por su parte, no desprendía peste alguna ni causaba horror. No mostraba rastros de violencia, manchas de sangre o exhibía una mueca de espanto. Bien mirado, incluso era guapo. Con estas ventajas, imaginarán que no me interesaba saber quién lo mató, si falleció a causa de un accidente, cómo llegó hasta mí. Soy tímida en extremo, me cuesta trabajo acercarme a los compañeros de trabajo, me considero aquella perfecta "godínez", silenciosa y huraña que se hunde en sus labores, que checa entrada a las 9 am y salida a las 6 pm, en punto, de forma invariable . Por obligación responso lo necesario: "Ifigenia, notifica a la gerente cómo marcha el asunto del próximo despido", "Ifigenia, no seas cruel, alcánzame ese lápiz". Por cierto mi jefa, la gerente, también es hermética, no habla con nadie, es una tipa rara, un poco tensa. Es buenísima, eso sí para gritar y endilgar insultos y responsabilidades cuando se siente bajo presión. A veces la odio, a veces la compadezco. 
Con tanta soledad a cuestas es de imaginar que no me molestó la idea de que un cadáver me hiciera compañía. Además, el difunto era discreto y respetuoso, cualidades de las que muchos vivos carecen en estos tiempos. Lo escondí en el closet de la oficina. Lo senté en la alfombra, lo cubrí con cajas y legajos.De manera periódica rocié aromatizante para disimular cualquier mal olor. Fue un difunto bien portado, apenas si mostró descomposición mientras estuvo conmigo. Cuando la empresa entera salía a comer, solía sentarlo en un reposet. Conversábamos sobre el clima, sobre asuntos laborales o sueños futuros. Una vez, bebiendo una copa de vino, nos pusimos profundos y hablamos del estrecho umbral entre la vida y la muerte.
Dos veces se dejó maquillar. Se veía hermoso con un rímel discreto y los labios rojos, parecía un actor de cine. Una ocasión, para comprobar que yo no era relevante en la oficina, lo disfracé con uno de mis vestidos floreados, le puse medias y uno de los sombreros anchos y redondos que tanto me gusta usar. Lo coloqué frente a mi lap top, y salí por un café capuchino. Mis compañeros no notaron la diferencia, así de intrascendente soy. Por la tarde, antes de retirarme, volví a guardarlo en el clóset. 
Pudo resultar bien, pero un día una empleada de limpieza casi lo encuentra. Tuve que distraerla con una sarta de banalidades para que no se acercara al sitio donde lo tenía oculto. Comencé a alarmarme a pensar en las consecuencias, en las explicaciones que me vería obligada a dar si lo descubrieran. Además, lo nuestro no pudo ser. Cada día éramos más cercanos, comenzábamos a enamorarnos. hablé con él. "Las cosas se complicaron", le dije". Él permaneció estoico, como era costumbre. "no tengo mascotas, lo sabes, porque no quiero encariñarme  con ningún ser, no soportaría las rupturas, la distancia de lo querido, no estoy hecha para transitar ese dolor", comenté en un murmullo.
Estuvo de acuerdo. De allí en adelante podríamos ser sólo amigos. Planeamos su futuro en completa complicidad. Así, una noche trabajé hasta tarde. A algunos ls pareció extraño, pero no emitieron comentario alguno. Con audacia y gran precisión cubrí la cámara de seguridad con un trapo, conduje al muerto a la oficina de la gerente, apagué la luz y salí corriendo a casa. No supe el nombre de mi acompañante de los últimos meses. No quise preguntarlo.
Esperé al día siguiente escuchar gritos, algún escándalo, el inicio de la averiguaciones periciales. la oficina permaneció en calma, la rutina transcurrió, boba y confortable, como cada jornada. Esa y cada mañana siguiente. Mi jefa lo encontró, estoy segura, pero guardó silencio, es la explicación más lógica a ste enigma. Cómo podría no anotarlo. Ella miente, la delata su cutis lozano, las carcajadas que s desprenden desde su oficina después de un largo rato de hablar en voz baja, los vestidos provocativos que usa recientemente, la discreta sonrisa con la que aborda los elevadores del corporativo. Apenas puede disimular  se ha apropiado de mi muerto. 

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