miércoles, 23 de mayo de 2012

“PARA PINTAR, ELIJO EL REINO ANIMAL. YA QUE PREFIERO EL INSTINTO, A ESAS TRAMPAS DE VANIDAD LLAMADAS INTELIGENCIA, INTELECTO, INFORMÁTICA O TECNOLOGÍA; Y QUE MANTENGO LO MÁS ALEJADAS POSIBLE  DE  “ENSOÑACIÓN”,  “SUSPIRO”,  “DELICADEZA”, “PLACIDEZ”, “ARMONÍA” “ROMANCE” O  “SENSUALIDAD”, QUE SON ALGUNAS DE MIS MUSAS FAVORITAS Y QUE,  CUANDO ME ACOMPAÑAN, SE DESLIZAN DENTRO DE MI, CON LA SUAVIDAD DE UNA HOJA AL VIENTO”: LEONARDO NIERMAN

Por Ana María Longi, reportera de guardia de El Corredor Informativo.

Conversar con el artista plástico mexicano, Leonardo Nierman, se transforma también, en una especie de canto para el alma. O quizá hasta en un Decreto. Especialmente, cuando el Maestro enarbola la bandera de su más amada especialización: La Pintura o Su Pintura. Y es que la personalidad franca y magnética de este artista rubio y de ojos intensamente azules; parece llenar todo el espacio físico de una entrevista: sobre todo, cuando reflexiona de manera inesperada de todo aquello que suele ocurrirle antes de ingresar a la misteriosa ventana de la tela en blanco.
“Mira, para empezar te diré que no existen más de 3 reinos: El Mineral, con el que tenemos muy poco que ver; el Vegetal del que somos primordialmente clientes; y el Animal. Y tengo algunas razones para suponer que justamente dentro de ese Reino, el Animal, se pueden encontrar los artistas. Y lo que sucede, es que en realidad todas las artes y todos los conocimientos humanos están intercomunicados. Sería muy difícil pensar en una pintura sin poesía, sin literatura, sin música, sin arquitectura o sin filosofía.
“O sea que el artista tiene quizá más libertades de equivocarse. Porque si un cuadro no te sale bien, o si un poema no te sale bien; no es tan grave, como si una neurocirugía no te resultara bien. Entonces, yo no dudo que hay artistas que se apoyan más en el intelecto, en las trampas de vanidad, en la inteligencia, la informática o la tecnología. Pero por cuestiones de temperamento, yo he escogido como parte del Reino Animal el instinto, en lugar de esa trampa de vanidad llamada inteligencia, por ejemplo”. 
¿INTELIGENCIA O INSTINTO?
¿Y cómo es posible crear arte prescindiendo de la premeditación inteligente?
“Porque la inteligencia está encuadrada dentro de las limitaciones humanas. Es decir, sensible a equivocaciones y a errores. Si fuéramos tan inteligentes como decimos o sentimos serlo, no nos pasaríamos la vida peleando. Creo que por esto, existen muchos renglones en los cuales el animal nos lleva mucha ventaja. Menos quisquilloso, menos ambicioso, Menos cruel. Menos combativo. Menos compulsivo. Por lo menos, hasta donde yo sé, nunca ha habido guerras de leones contra elefantes; leones contra leones; tigres contra tigres. Si matan, es sólo para comer. Porque todos esos seguimientos de matar por entretenimiento en la Tauromaquia, o en las cacerías de elefantes, constituyen las llamadas causas y efectos de la Inteligencia. Entonces, yo a través de 50 años, o de un poco más. De jugar con los colores o con las formas, prefiero apoyarme en la intuición. Prefiero apoyarme en el sueño. Prefiero huir de esa vulgaridad llamada realidad”.
¿Cuándo está cerca de la pintura realizada por otros colegas, bajo que puntos de vista la analiza?
“Para responder a esta pregunta con connotaciones tan amplias, prefiero acudir a un ejemplo. Alguna vez un colega pintor se me acercó y me dijo: “Oye Leonardo, te quiero confiar algo. Hace cerca de tres años, que no vendo un cuadro. Yo estoy muy desconcertado entre otras muchas emociones. ¿Qué me puedes decir al respecto? Y yo le dije. Dime una cosa. Y que sea la respuesta más sincera posible: ¿Te gusta tu pintura? Y él se quedó callado algunos instantes. Y yo percibí como una dolorosa realidad, que su silencio era más que elocuente. Finalmente me respondió que no le gustaba.
  “Entonces, platicando un poquito sobre el tema, me percaté que él cuando pintaba, lo hacía como pseudo pensando que quería complacer a una imaginaria clientela. Quería complacer al público, al dueño de la galería, al periodista, al crítico de arte, al director del Museo. Entonces, era tanta la gente a la que él quería complacer o seducir, que su obra era un producto muy contaminado. Es decir, no había una comunicación clara entre su alma y sus cuadros.
¿LUNA DE MIEL CON INSTRUCTIVO?
¿Y cómo logra un pintor aprender de sí mismo?
“Mira Ana María, tú sabes que cuando hablamos, al mismo tiempo aprendemos. Se escucha y la información entra por los oídos. Alguna vez, en casi medio siglo de errores y ocasionalmente aciertos, he desarrollado una manera de soñar y de sentir, tan especial que elimino hasta donde es posible, el pensar. Y esto es, porque creo que en el mundo del arte, el pensamiento estorba. Esto es, porque alguna vez comenté, que pintar y pensar simultáneamente, es como el individuo que se va de Luna de Miel y se lleva un instructivo. Y pues no. No es conveniente”, responde Nierman con su ingenioso y muy frecuente sentido del humor.
MI PINTURA NO CONSTITUYE PARA MÍ UNA GRAN BÚSQUEDA
¿Debo suponer que su pintura no es entonces algo así como “una gran búsqueda”?
“Efectivamente. Porque contrariamente a eso que se piensa que es mi pintura. Ésta no es una profunda búsqueda. Sino que se trata de una aventura tan sencilla como deslumbrante. Asombrarte, de ver una sombra. Un relámpago. Un insecto. Esto es, porque creo que el arte debe tener un enfoque de juego. De la misma manera que en español se dice, tocaré el piano, tocaré el violín, en inglés se dice: to play piano, to play music. Y ello se debe simplemente porque to play, significa jugar. Yo no quisiera nunca sentir que el acto de pintar se defina como “trabajo”. Es un juego. Además es una aventura. Una gran aventura exactamente.
Existen algunos pintores que antes de salir de su casa, le dicen a su mujer: “Amor, ya me voy a trabajar”. Y esto es algo tan falso como el individuo que pronuncia esta misma frase, y que se dirige a jugar dominó con sus amigos. Es decir, el que le llama trabajo a la aspiración de alcanzar un arte mediante su vocación, es un impostor, porque le está llamando trabajo a su aventura.  Ahora bien. No niego que algunas veces la desilusión existe, cuando no encuentras la respuesta justa a tus emociones.  Pero en términos generales sí es un juego agradable.
PINTAR ES COMO UN ROMANCE
¿Pintar para usted, podría ser también como una especie de romance?
“Desde luego --–responde el Maestro Nierman con una especie de chispazo de travesura en sus ojos---, y no sólo eso, sino que es además casi, casi, un acto de pornografía. Cuando sientes que lograste el sutil y perfecto encuentro entre dos colores, no puedes evitar una especie de placer salvaje y hasta selvático. Especialmente, cuando encuentro o me doy de manera aventurera.  Podría agregar que se trata también de sorprendentes sistemas de simplificación relacionados todos ellos con mi propia vida. Por ejemplo, yo ya no opino si un cuadro es bueno o es malo. Yo lo que opino es si me emociona o no me emociona. Igual lo aplico cuando escucho una sinfonía”, expresa el también alejado intérprete de violín, Leonardo Nierman.
EL ARTE DEBE ENRIQUECER
“Yo voy a muchos conciertos, continúa expresando el artista. Muchísimos. Y con alguna frecuencia, los encuentro aburridos. No es que la obra sea mala, sino que simplemente no tocan ciertas zonas del alma que me cierren la garganta o me humedezcan los ojos. Yo no quisiera decir muy a solas, que estén equivocados porque no siento humedad en mis ojos. Lo que me pasa es que lo mismo que me ocurre cuando viajo. Regresar con un abanico de recuerdos. Y es quizá esos recuerdos, lo que todos buscamos de manera invariable para llegar más enriquecidos –y con las manos más llenas—a la vejez.  Poder recordarlas y soñar un poco.  Y bueno, no se trata de una filosofía, sino de una actitud mía acerca de la vida, de la muerte, del Tiempo. Y del uso que se le quiera dar al Tiempo. ¿Y qué es lo que quieres atesorar?  Pues lo más selecto que el ser humano tiene: Belleza, plenitud, recuerdos.
 ¿Y qué tanto juega un pintor con su alma, con sus intensidades, plenitudes, emociones, tristezas, suavidades o templanzas?
  “Esto es muy fácil de contestar. No te puedes mantener al margen de tu mundo. No te puedes mantener al margen de los momentos tristes, luminosos, divertidos, aburridos.  No dudo por ejemplo, en la pintura que se hacen algunos países con abundancia de grises, pardos y blancos;  ni tampoco de la pintura que se desarrolla en las latitudes donde abundan los jardines tropicales, los matorrales, las flores, las plantas, los frutos y los ríos.  Y es que a un pintor todo le afecta. Incluso el vivir en una cápsula espacial.  Ahora bien.  Yo casi siempre pinto con música. Tengo una muy respetable colección de discos. Pero debo de confesar que nunca los culturizo cuando voy a pintar. Y es que no utilizo el escoger la música, porque el hacerlo corro el riesgo de programar mi estado de ánimo.  Y como creo que la pintura requiere de un momento de magia. Yo prefiero escuchar la música que la radio me depare. Es decir la sorpresa”.
MI INCENTIVO MAYOR ES LA SORPRESA
“Entonces quedamos en que el único incentivo que me guía realmente para pintar, es la sorpresa. Porque para ilustrar un poco lo que digo, si yo escucho un Debussy, lo más probable es que yo pudiera sumergirme en la siesta de un fauno o de un Peleas y Melisande.  Pero si en la Radio sale de repente un Offenbach, como digamos La vida parisiense o Los cuentos de Hoffman, seguramente sus notas girarán alegremente alrededor de mi pintura.  Y la magia simplemente crecerá, se divertirá y se unificará con todas esas aproximaciones de color que estoy inventando.  Por otra parte, yo jamás he pretendido ni pretendo, que algunos de los espectadores que contemplan mis pinturas, muestren, en algún momento, algunas de las emociones que yo experimento cuando inicio o termino un cuadro. Más bien lo que a mí me complace, es percatarme de que mis cuadros no sólo sean utilizados por la gente como unas ventanas mediante las cuales puedan asomarse a mi mundo;  sino que, al mismo tiempo, ambos experimenten un encuentro feliz.  Un encuentro de sentimientos, de color, de fantasía, de emociones y hasta de interrogantes. Un milagro verdadero, que sólo ante la llegada de un visitante, el cuadro logre intensificar su esencia, nacer y dar a luz”.
 SU PINTURA ¿UNA LECTURA ESPIRITUAL HACIA DIOS’
Se le pregunta a Leonardo Nierman, si su pintura podría concebirse como una escritura espiritual dedicada a Dios, desde hace unos 50 años o más. Y el artista responde:
 “Bueno, siempre he pensado que un cuadro no está terminado, hasta el momento que haya un espectador y lo vea; y sienta algo.  Voy a terminar platicándote un segmento de mi vida.  Alguna vez tuve una exposición en París, en la Galería Katia Graunov, que lleva el nombre de la compañera espiritual de Monet. Ella era muy joven. Monet era un hombre grande. Incluso ella heredó todo el atelier de Monet cuando él murió. Y me invitaron a exponer en esa galería y cuando yo pregunté si seguramente conocería a algún crítico de arte que quisiera escribir unas líneas para instruir el catálogo, me respondieron algo tan sorprendente como lógico: Los únicos críticos autorizados para observar y opinar sobre una obra de arte, son los poetas. Y curiosamente, cada vez que tengo la oportunidad de exponer, me acuerdo de esta frase. Razonamiento que me condujo alguna vez a invitar a conocer mi pintura a un poeta argentino, muy cercano a las aventuras artísticas de Astor Piazola.
LOS REGALOS DE DIOS
“Así que atendiendo a mi llamado, llegó no solo a conocer mi pintura sino a cocerme a mí.  Y en algún momento, me indicó que yo le explicara qué era lo que yo sentía en el momento de estar pintando. Y yo le empecé a describir que lo que sentía era una especie de flamazo sobre un fondo oscuro de cielo situado dentro de una profundidad cósmica. Pero que también, sobrevenían muy dentro de mí, una especie de choque de varios colores que al provocarme una emoción muy intensa, se generaba al mismo tiempo la magia. Y bueno, Horacio Ferreyra al dar un manotazo en la mesa y exclamó:  “Leonardo, haz mencionado la palabra magia varias veces y te quiero preguntar: ¿Tú crees en Dios?

“Y en ese momento justamente, mi respuesta fue contundente:  “Sí. Por supuesto. Y él me respondió: ¿Por qué?  “Porque mira, son tantos los paquetes y los regalos que yo recibo, que ¡caramba! Alguien debe de estarlos mandando. Y ese alguien no puede ser otro más que Dios.  Por otra parte, existen ocasiones en que me siento tan orgulloso de mi felicidad, de mis satisfacciones y de mis plenitudes, que no puedo evitar el sentir no sólo un infinito agradecimiento a El Padre, sino incluso una gran envidia de mí mismo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario